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📢 La generación que interpela a la Iglesia desde las crisis actuales


En un mundo marcado por el colapso ecológico, los conflictos armados y la desigualdad social, muchos jóvenes no han dejado de hacerse preguntas profundas sobre el sentido, la espiritualidad y la justicia. Y es que, para buena parte de esta generación, la Iglesia ha dejado de responder a los desafíos éticos y sociales más urgentes de nuestro tiempo.



Una espiritualidad en diálogo con el mundo real

Lejos del estereotipo del joven indiferente o secularizado, amplios sectores de las nuevas generaciones mantienen inquietudes espirituales. Sin embargo, estas ya no se vinculan necesariamente con la pertenencia institucional ni con la obediencia dogmática. La fe, para muchos, solo tiene sentido si se traduce en compromiso ético, coherencia política y responsabilidad frente a la contingencia mundial: ¿Qué prioridades está defendiendo? ¿Cuál es su plan de acción?



Wide angle view of a community gathering for social justice
Imagen representativa

La crítica no es a Dios, sino a la estructura

Esta tensión no es nueva. La discusión no gira en torno a si Dios existe o no. La urgencia está en cómo la Iglesia toma —o deja de tomar— acciones claras y efectivas que impacten de manera profunda en las problemáticas actuales: la redefinición de la familia, la crisis climática, las consecuencias del poscolonialismo y los conflictos bélicos en Tierra Santa.



Crisis global y respuestas institucionales

Sectores eclesiásticos han optado por una aparente neutralidad ante los actuales conflictos, algo que muchos jóvenes interpretan como omisión, a pesar de manifestaciones como las del Papa Francisco, quien ha reconocido la legitimidad del Estado de Palestina. Sin embargo, para gran parte de esta generación, pedir la paz ya no se percibe como suficiente.



Una generación más informada, menos dispuesta al silencio

La nueva generación no renuncia a lo trascendente, pero lo hace desde una lectura crítica del presente. La labor de grupos de ayuda humanitaria ha sido imprescindible para resistir y mitigar el impacto de la violencia en los pueblos oprimidos por el aislamiento y la guerra. No obstante, la inquietud latente es clara: el llamado es a que la Iglesia actúe no solo como institución espiritual, sino también como un actor político con capacidad de incidencia.






📌 En Fundación Dracma, como mujeres, creemos en una espiritualidad que se hace preguntas, se compromete con la justicia y no le teme al cambio.


 
 
 

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