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Opinión, pensamiento crítico, para quienes creen con fe en
el cambio


Estudiar, conseguir trabajo, formar una familia y comprar una casa. Para varias generaciones anteriores esa ruta era exigente, pero alcanzable. Sin embargo, hoy los millennials navegan un escenario muy distinto: mayor educación, sí —son los primeros y las primeras universitarias en muchas familias de clase media—, pero lo que prometía un enternecedor futuro se transformó en una deuda eterna que se ensancha sobre empleos poco estables y un mercado inmobiliario fuera de vista.



El sueño americano ha desaparecido

Un reciente artículo de la BBC en torno al tema, relata cómo este fenómeno nace en el desarrollo omnipotente de la sociedad de posguerra y cómo se fue desmoronando hasta convertirse en la crisis que en la actualidad, late en las venas de Estados Unidos. Herederos del neoliberalismo, ese torrente sanguíneo corre por Latinoamérica. En Chile, la doctrina del miedo al comunismo, las promesas de progreso y desarrollo de la dictadura bajo un nuevo sistema económico a prueba, resultaron en clases medias emergentes que quedaron atrapadas entre la expectativa del ascenso y la realidad de la deuda.



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Algunos indicadores lo muestran con claridad: el 60 % de los jóvenes chilenos considera imposible acceder a una vivienda propia, y el 77 % está endeudado con el CAE o con créditos de consumo otorgados sin juicio por la banca. En base a esto, una tajada del pastel de la población posterga indefinidamente la idea de tener hijos, no por desinterés, sino por falta de condiciones reales: la necesidad de combinar trabajo, endeudamiento y crianza. Esta exigencia profundiza trastornos psicológicos que impactan directamente el mundo laboral. La salud mental se vuelve un problema de Estado —o acaso también mercantil—, difícil de disimular.



🤷 Vivir con los padres hasta después de los 30

Irse de la casa, independizarse, ya no es un tema solo de desarrollo emocional, es un problema de accesibilidad a un trabajo que permita el pago de una vivienda digna. Aquí surge otra pregunta: ¿qué significa vivir con dignidad en Chile? Esta pregunta no la formulo yo: es una fotografía de Plaza Italia en la zona cero de una demanda histórica por la justicia social, una plaza que renombraron Plaza de la Dignidad. El segundo a segundo está en los diarios del 2019 y en el vegetativo derrumbe de la clase política.


Desde la perspectiva de género, la responsabilidad femenina intensifica las aristas anteriores: ser madre se vuelve una elección económica cargada, con impacto en el empleo y la salud mental. El contrato social se desbarata y la competencia por las escasas oportunidades para los sectores de menor acceso económico familiar se vuelve imposible. La pobreza toma nuevos matices, el acceso al dinero abre pasajes informales y la delincuencia crece y se diversifica. ¿De qué nos asombramos cuando encendemos la televisión en la mañana y vemos un matinal?



🧠 Educación: ¿sigue siendo una llave para la movilidad social?

Incluso con acceso a educación superior, muchos jóvenes no logran estabilidad. Pero eso no significa que la educación haya perdido valor; significa que necesita transformarse.


La neuropsicoeducación y la pedagogía crítica coinciden: invertir en educación desde la primera infancia y con enfoques innovadores es clave para nivelar oportunidades. Modelos educativos más inclusivos, activos, tecnológicos y emocionalmente conscientes están dando mejores resultados en la capacidad de integrar habilidades para la vida en sus diferentes dimensiones y en el retorno al pensamiento crítico, particularmente en contextos de vulnerabilidad.


A su vez, políticas estatales que fortalezcan la educación pública, universalicen la conectividad digital y formen a docentes con enfoque socioemocional y culturalmente pertinente pueden empezar a revertir desigualdades históricas. El problema no es solo el acceso, sino la calidad, la pertinencia y la articulación con el entorno real: un desafío para los modelos educativos innovadores que desafían el encuadre ministerial.



🌐 Más allá del sueño americano: hacia un pacto social posible

Si el “sueño americano” está vencido, es momento de construir uno nuevo, realista con el contexto latinoamericano. Uno que no dependa solo del esfuerzo individual: “el que quiere puede”, “trabaja y serás feliz” son narrativas que hay que desechar. Para eso, se necesitan políticas valientes: acceso real a la vivienda, leyes laborales que protejan en contextos flexibles, redes de cuidado robustas y educación pública de calidad en un mundo en donde la innovación —con cautela y previsión— genera cambios radicales y definitivos.


Esta última década, con el ingreso al mercado, la generación de los treinta años demostró que la movilidad requiere la transformación de toda la estructura social. Que se exige del mercado una respuesta ética, política y cultural: sin ella, una generación educada y endeudada seguirá siendo uno de los eslabones generacionales más frágiles, como todos, camino a una vejez dentro de un mundo de futuro incierto.



La pregunta final de este artículo es: ¿Seremos capaces como sociedad de ofrecerle a las nuevas generaciones un presente dignamente habitable?




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Es una preocupación estructural. Uno de los eslabones de formación más importante: la educación escolarizada, se ha extendido como una zona de fragilidad dentro de un sistema económico insaciable, que al mismo tiempo no logra contener ni entender su producción global.


📍La pregunta se instala con fuerza: ¿qué está pasando con las nuevas generaciones?, ¿quiénes son los que fallan? Este artículo tiene el fin de iniciar una ronda de preguntas que ustedes lectores, tienen la responsabilidad de seguir formulando. 



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🧠 Vamos al inicio de todo: la neurociencia ha evidenciado que durante la adolescencia el cerebro se encuentra en una reestructuración, en donde se compromete el juicio y la regulación emocional. La presencia de rasgos como la desafección, la falta de culpa y la impulsividad han sido identificados en adolescentes expuestos a abuso o negligencia.


Algunos estudios incluso señalan un componente hereditario importante: ciertos adolescentes nacen con predisposiciones biológicas que, en entornos adversos, se expresan con mayor intensidad. Pero no todo es genético: la realidad es que la cultura determina y moldea. ¿Qué es lo que provoca el aumento de violencia entre adolescentes? ¿Qué espacios de protección están quedando ciegos? 



📉 En establecimientos educacionales de Chile, la violencia entre adolescentes —ya sea física, sexual o psicológica— ha escalado notablemente en los últimos años. Se registra un aumento del +58 % entre 2014 (7.828 casos) y 2023 (12.369 casos). Durante el primer trimestre de 2025 se registraron 1.518 denuncias (+25 % respecto a 2024). En casos de violencia sexual se registró un aumento del 56 % en denuncias de acoso sexual escolar entre 2018 y 2022. Durante esos años en varios liceos del país hubo protestas multitudinarias de alumnas demandando mayor protección. 


Estos hechos movilizaron intervenciones culturales que dieron vuelta el mundo. El más mediático y sorpresivo fue el trabajo sociológico performático del colectivo Las Tesis, que en noviembre de 2019 estrenan su obra más famosa, “Un violador en tu camino”.


🎬 La televisión crea un producto: la serie Adolescence, estrenada este año, retrata a un joven de 13 años involucrado en un homicidio. Más allá del impacto narrativo, lo que interpela es el trasfondo: aislamiento emocional, presión social, exposición digital sin filtros, masculinidad rígida. 



En cuanto a percepción ciudadana, pareciera que lo que más tiende a permanecer, es la dificultad para generar vínculos empáticos y estables entre individuos que pasaron de la pubertad a la adolescencia, en aislamiento social producto de la pandemia y que, sincrónicamente, han estado expuestos a un movimiento veloz de información, ante la cual es difícil discernir y establecer criterios de consumo. Entonces, ¿Qué entendemos por intervención temprana?




📢 La violencia adolescente no surge en el vacío. Es el resultado de cerebros en transformación dentro de un mundo de cambios culturales rápidos, que segregan a los grupos más frágiles de la sociedad. La intervención reclama ser preventiva, sistémica, de profunda revisión y consciente transformación cultural. ¿De qué manera podemos dar solución en avanzada a procesos que exigen paso lento?




Cierro ronda de preguntas. Ahora le toca a ustedes. 

 
 
 

En un mundo marcado por el colapso ecológico, los conflictos armados y la desigualdad social, muchos jóvenes no han dejado de hacerse preguntas profundas sobre el sentido, la espiritualidad y la justicia. Y es que, para buena parte de esta generación, la Iglesia ha dejado de responder a los desafíos éticos y sociales más urgentes de nuestro tiempo.



Una espiritualidad en diálogo con el mundo real

Lejos del estereotipo del joven indiferente o secularizado, amplios sectores de las nuevas generaciones mantienen inquietudes espirituales. Sin embargo, estas ya no se vinculan necesariamente con la pertenencia institucional ni con la obediencia dogmática. La fe, para muchos, solo tiene sentido si se traduce en compromiso ético, coherencia política y responsabilidad frente a la contingencia mundial: ¿Qué prioridades está defendiendo? ¿Cuál es su plan de acción?



Wide angle view of a community gathering for social justice
Imagen representativa

La crítica no es a Dios, sino a la estructura

Esta tensión no es nueva. La discusión no gira en torno a si Dios existe o no. La urgencia está en cómo la Iglesia toma —o deja de tomar— acciones claras y efectivas que impacten de manera profunda en las problemáticas actuales: la redefinición de la familia, la crisis climática, las consecuencias del poscolonialismo y los conflictos bélicos en Tierra Santa.



Crisis global y respuestas institucionales

Sectores eclesiásticos han optado por una aparente neutralidad ante los actuales conflictos, algo que muchos jóvenes interpretan como omisión, a pesar de manifestaciones como las del Papa Francisco, quien ha reconocido la legitimidad del Estado de Palestina. Sin embargo, para gran parte de esta generación, pedir la paz ya no se percibe como suficiente.



Una generación más informada, menos dispuesta al silencio

La nueva generación no renuncia a lo trascendente, pero lo hace desde una lectura crítica del presente. La labor de grupos de ayuda humanitaria ha sido imprescindible para resistir y mitigar el impacto de la violencia en los pueblos oprimidos por el aislamiento y la guerra. No obstante, la inquietud latente es clara: el llamado es a que la Iglesia actúe no solo como institución espiritual, sino también como un actor político con capacidad de incidencia.






📌 En Fundación Dracma, como mujeres, creemos en una espiritualidad que se hace preguntas, se compromete con la justicia y no le teme al cambio.


 
 
 
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